Hace algún tiempo leí la frase “ser
feliz es una elección”. Muchas veces me la repetí y se lo dije a muchas
personas pensando que realmente uno tiene en la palma de su mano esa decisión. Pero
estos últimos días pude observar que por la vida te vas cruzando con personas
que están tristes. No lo dicen. Tan sólo viéndolas a los ojos te das cuenta.
A partir de esto me empecé a preguntar: ¿Qué pasa cuando el
dolor es más fuerte? ¿Cómo puede uno elegir ser feliz cuando la tristeza atraviesa
todo el cuerpo? ¿Cuánto tiene de real esa frase?
Pensando y pensando llegue a la
conclusión de que no sé sí es posible o no. De lo que si estoy segura es que se
puede ayudar a aquel que no la está pasando bien. Uno no puede solucionarle los
problemas al otro. Hay algunos que nadie puede como por ejemplo las enfermedades terminales,
depresiones, el hambre, etc. Lo que queda es aportar lo que uno tiene . A veces con mirar fijamente y preguntando ¿cómo estas? ¿cómo te sentís? Un mar de lagrimas y palabras pueden
salir del que tenes en frente. Eso ya es
mucho. La carga que tiene la tristeza a veces pesa más que nuestro propio
cuerpo. Ayudemos al otro a liberar. A liberarse.
Miremos un poco más. Observemos aún mejor.
Una palabra, una pregunta, un
gesto, un regalo o un abrazo puede modificar el día del otro.
Modifiquémonos.
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