Eran las 21hs y más de 400
personas estaban en la esquina de Mitre y Riobamba. La vibración era muy
positiva. Hombres, mujeres y niños tenían el mismo objetivo: pasar la noche
buena con personas en situación de calle de la mano de Fundación Si. Miraba a
mi alrededor y los ojos se me llenaban de lagrimas. No era la única.
Luego de algunas fotos que
graficaban la cantidad de personas que éramos, comenzó el momento de la
organización. Estábamos divididos en 3 grupos: los voluntarios con experiencia,
los que no la tenían y los que tenían auto. Después de una hora y monedas se me
asigno la zona. Era la 10. El grupo resulto buena onda desde el principio. Nos
sacamos la foto, agarramos la comida y partimos para las calles de la ciudad de
Buenos Aires. Llegamos a destino y empezamos a caminar en búsqueda de las
personas que viven en la calle. En su mayoría los chicos de la fundación sabían
quienes eran, por qué estaban en esa situación ya que vienen haciendo un
seguimiento de cada uno y tratan de brindarles aquellas herramientas para que
puedan mejorar su calidad de vida.
Luego de varios encuentros,
intercambio de palabras surgió un momento especial, esos que creo que no me voy
a olvidar en la vida. Por las calles de San Telmo íbamos buscando a una persona
cuyo nombre es Pedro. Caminamos y caminamos. Lo encontramos. Pedro estaba con Rodrigo.
Ambos estaban contentos y con una actitud muy festiva. Nos dieron un beso a cada uno y nos agradecieron mucho. En un momento
Rodrigo dijo tímidamente que ese día era su cumpleaños. Espontáneamente todos
comenzamos a cantarle el feliz cumpleaños. Él se emociono, las lagrimas
ocuparon sus ojos. Vaya uno a saber cuando había sido la última vez que lo había
festejado. Una vez que terminamos, fue a buscar su mochila y empezó a sacar libros.
Nos contó que amaba leer. El fanático de Kafka empezó a repartir libros, leía el
titulo y elegía a la persona que iba a ser regalado. Rodrigo nos regalo de lo
poco que tenía materialmente hablando. Lo que sobraba era el amor. Su gesto era
de amor puro.
Luego de muchos abrazos y besos la
recorrida siguió su camino. 12:30 frente a la Shell de Cerrito brindamos. Éramos
15 desconocidos pasando una navidad distinta. Algunos visitaron a una mujer en
un hotel, otros descansamos. Nos fuimos para Paseo Colón donde los encuentros fueron menos fructíferos ya que muchos
aprovechan para dormir cuando no hay sol y otros estaban festejando desde muy
temprano. Caminamos
varias cuadras y pegamos la vuelta al centro de reunión. Volvimos a donde habíamos
empezado. El reloj marcaba que era 1:45 de la mañana. Muchos andaban cansados pero habían sonrisas en las caras de cada uno.
Sin lugar a dudas esta fue una
Navidad diferente. No tuve ganas de salir porque el cuerpo estaba cansado y la
mente estaba procesando. Hoy, un día después, no puedo estar más agradecida.
Aprendí muchas cosas y creo que todavía hay fichas por bajar. Una de ellas es
que dando un poco de tu tiempo realmente le podes cambiar el día a otro. En
este caso era un extraño pero también puede ser a tu hermano, a un amigo, a un
compañero de trabajo. Todos tienen algo para contar y, la mayoría, algo que les
inquieta o los hace menos felices. También me llevo que muchos tienen
ganas de que las cosas cambien. Me cansa escuchar a mi alrededor quejándose y
no haciendo nada pero lo de ayer me dio esperanza. Hay personas que todavía
quieren que la situación de otros mejore. Finalmente, Pedro también me enseño algo cuando
dijo “Yo soy feliz, yo soy feliz con muy poco”. Y ese creo que es el gran aprendizaje
de esta noche y el desafío para este 2014: aprender a vivir feliz con lo que
uno tiene y eso que uno tiene, ponerlo a disposición de los demás.
En esta Navidad les deseo: paz, amor, libertad, música y más
compromiso para todos!
El mundo puede cambiar.
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