domingo, 1 de marzo de 2020

Cuando mi hermana
decidió irse a vivir afuera
éramos
literalmente
enemigas.

Vivíamos en el mismo departamento,
no cenábamos juntas,
no charlabamos,
tenía su ropa bajo llave
y yo cada tanto se la sacaba.

No me sentía respetada
con el tiempo, me confesó 
que ella tampoco.
Vivíamos en un
vacío constante,
en un dolor interminable.

Ella esquivaba la muerte de mamá
haciéndose la ama de casa, 
siendo la chica diez.
Yo, en cambio, 
hice un Master en noche
y me hundí en la depresión.

Hoy un amigo escribe sobre
lo difícil que es vivir en el exterior.
Pienso en ella,
en sus miedos,
en que no sabe hablar el idioma,
en lo bien que nos hizo la distancia.

Tomo una copa de vino
y sonrío,
después de muchos años
la siento cerca
aunque 
alguna vez
le haya robado la billetera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario