Ya paso más de un mes
de mi primer viaje al “primer mundo”, más precisamente a algunas ciudades de
Gran Bretaña. Recuerdo como antes de irme una amiga me pidió que por favor no
vuelva con la sensación de que Argentina es una mierda como lo hicieron muchas
personas cercanas. Yo se lo prometí, sin saber que me esperaba porque todo lo
que iba a vivir iba a ser nuevo.
Me fui de viaje con mi
papá y fue un viaje inolvidable. Primero porque compartía algo muy importante
con él y, segundo, porque conocí lugares increíbles. Por momentos parecía que
estaba dentro de una película. Disfrute como nunca a pesar de un resfrío enorme.
Nada era más importante en ese momento que conocer y sumergirme en ese nuevo
mundo pero fueron pasaron los días y llegue a una conclusión: Argentina no
tiene nada que envidiarle al supuesto “Primer mundo”. En verdad si, una sola
cosa que es clave para una sociedad, y que no quiero que parezca minimizada,
que es tener las necesidades básicas satisfechas y vivir una buena calidad de
vida. Es fundamental y creo que con ganas y fuerza lo podemos alcanzar.
Lo que me sorprendió
es que existe en el colectivo de los argentinos que todo lo que no es
nuestro es mejor y al que no tuvo la bella
oportunidad de viajar le quiero decir que: hay pobres, la gente tira la basura
en la calle, hay hechos de inseguridad, hay tráfico y por momentos peor que en
Buenos Aires, entre otras cosas. Por esto, creo que el grave problema que
tenemos es que no nos queremos. Vivimos mirando hacia afuera con ojos de
esperanza y admiración y realmente no somos conscientes que para mejorar las
cosas la energía tiene que estar puesta acá. Acá dónde vivimos, no de dónde
venimos (o la gran mayoría).
Y es acá donde quiero
hacer hincapié. Argentina es el país que nací y que desde chica me enseñaron a
amarlo. Crecí con la idea de que muchos habían dejado la vida por este país,
con que con las Malvinas no se jodía, que una era argentina todo el año (no sólo
en el mundial) y que era un orgullo ¿Será porque algunos de mis ancestros bordaron
la primera bandera con Belgrano? ¿Será que en algún lado quedo el espíritu del “Che”?
No lo sé pero no puedo evitar que la sangre hierva cuando hablan mal de dónde
nací o cuando no nos damos cuenta que el cambio está en cada uno. Me duele y molesta
cuando escucho las quejas y veo que no pelean por el cambio. No vamos a ser una
mejor sociedad sí los argentinos no nos empezamos a querer más. Tenemos un país
espectacular desde el sur hasta el
norte, somos una sociedad apasionada, amamos a nuestras familias y a
nuestros amigos, conservamos costumbres que unen, poseemos un clima ideal. Y estoy
hablando del mismo país en donde hermanos, familiares y amigos eligieron irse para encontrar nuevas oportunidades. Y eso me
duele porque los tengo lejos y porque, en algún punto, tienen razón.
Anoche viví algo inexplicable.
Vi el partido sola (por los nervios y para no zarparme y herir susceptibilidades)
pero acompañada por el chat con mi familiares y amigos y con mis vecinos que no
pararon de cantar en los balcones en cada entre tiempo. Durante el juego viví emociones muy
fuertes. Y no pude dejar de comparar nuestra sociedad con el futbol. Y
sentí que nosotros somos como Messi que cada vez que lo golpean y lo tiran se
vuelve a levantar como sí nada. Nosotros somos él cuando nos afectan las crisis
y, sea como sea, nos levantamos y seguimos para adelante. Nosotros somos como
Mascherano que le ponemos huevo a la vida y alienta a los demás para seguir y
no bajar los brazos. O como Biglia, que en el partido anterior estaba
emocionado por el triunfo pero no podía de recordar a su papá. Y así hay miles
de ejemplos en ellos que, valga la redundancia, son un ejemplo. ¿Por qué? Porque
funcionan porque es un equipo donde todos tiran para el mismo lado.
Cuando ganamos me llene de una nueva energía, diferente porque
esta vez no tenía que ver con mis logros sino con el logro ajeno, el de nada
más y nada menos, que un equipo de fútbol. Y así fue como sentí el impulso y me
mande sola al Obelisco, viaje en un colectivo de la línea 10 con muchas
personas cantando y alentando. Todos estábamos llenos de alegría. Cuando camine
por Av. Santa Fe y veía los rostros de la gente se me empezó a poner la piel de
gallina y no pude evitar ponerme a llorar como un bebé cuando vi al obelisco
pintado de celeste y blanco. Uno de mis sueños de la vida se había cumplido. Todos
los argentinos estábamos unidos en un mismo espacio y por un mismo motivo. Y esta
vez, éramos todos o casi todos.
No quiero dejar de mencionar que a pesar de toda esta alegría
que siento, no me olvido de los muertos que tiene este mundial. Antes y durante.
Porque con la vida no se jode.
Como suelo mirar el lado
positivo, quiero decir que pienso que este mundial es una nueva oportunidad. Este
es el momento para que no sólo alentemos el domingo por nuestra selección sino que
nos queramos siempre, con nuestros defectos y con nuestras virtudes. Sueño y
pienso que unidos podemos cambiar las cosas, que podemos
vivir como hermanos y no como enemigos. Y como se lo prometí a mi amiga no sólo no pienso que Argentina es una mierda, sino que cada día estoy más enamorada de ella.
Yo creo que unidos esta Argentina que
tanto amo puede cambiar. Sólo depende de nosotros. Y acá va mi propuesta:
¿Y sí nos ponemos la camiseta por el resto de nuestras vidas?
Muy lindo barbie. Charl
ResponderEliminarGracias genia!
ResponderEliminar