Hace algunos años
parar era una
locura.
Todo se tenía
que hacer ya.
No había
tiempo
para bajar un
cambio y pensar.
Sólo había que
hacer y hacer.
Mi semana tenía
8 días
y me corazón vivía
una mentira.
De eso se
trataba mi vida:
de no pensar.
Nada es casualidad.
El cuerpo
estalló
y me hablo.
Eso hizo que con el tiempo
me encuentre en la vereda
de enfrente.
En conexión
con el ahora
y con mi persona.
Hoy disfruto de ver una abeja
queriendo entrar
a una Coca-Cola.
Puedo sentir,
a veces de más,
pero sentir al
fin.
Puedo guiarme
por mi intuición.
Empezar a
creer que todo
es perfecto.
Y entre todos
estos puedo,
también logro
bancarme este vacío
y estas ganas
de subirme a un barco
para escaparme
de esto que siento.
Hoy no quiero
llenar espacios
con cualquier
color.
Hoy me la
banco
y me pregunto:
¿no hay
que vaciarse
para que entre lo
nuevo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario