Hubo un tiempo que yo no entendía
quien era.
No sentía.
Quería estar en otro lugar.
Nada era suficiente.
Cuando más lo necesitaba
entró en mi vida una persona.
O yo entré a la suya,
no lo sé.
Cada semana ya sabía
que alguien me esperaba.
Siempre con una sonrisa,
con ganas de que piense
por mi misma y,
por sobre todo,
que no me caiga.
Tenía una casa soñada.
Cuando entraba
y olía las flores
me sentía como en casa.
Sin que me lo diga
sabía que tenía un fiel compañero.
Con el tiempo me dí cuenta
que me enseño a volver a vivir.
Me mostró otro mundo posible.
En éste se podían dejar algunas
pelotudeces de lado
que venían con mi historia.
Me acompañó en el llanto,
se rió conmigo
y me cuido hasta lo último.
Me regalo el teatro.
Me recordó que mis sueños
se podían cumplir.
Y que yo no era tan vieja
como pensaba.
Durante seis años ocupo
el lugar que había quedado vacío.
Un día se fue ella.
No pudimos despedirnos formalmente,
aunque no hace falta.
Siempre va a estar en mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario