Teníamos el mundo
y podía ser nuestro.
Calle a calle
íbamos armando
nuevos mapas
en nuestra cabeza.
Nos mojaba la lluvia
y mientras yo lloraba
viendo el Rey León,
él se tomaba la siesta
más cara de su vida.
Tiraba chistes
en un walking tour,
su don es caer bien.
En cada paso que dábamos
nuestra melancolía
que llevamos en la sangre
creaba un nuevo recuerdo
que pronto íbamos a extrañar.
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