Una mujer cuida sus plantas. Convierte patios en selvas, ciudades en bosques, terrenos en colores. El trabajo que conlleva el cuidado de un jardín es mayor al que uno imagina: las manos se estropean, las rodillas molestan y el sol, pega fuerte. Una vez terminada la jornada, llega la calma. Contemplar esos espacios verdes reconfortan al que trabajó y, por supuesto, a quienes alguna vez en la vida lo contemplan. No estamos acostumbrados a vivir sin ruido. No crecemos con lo que necesitamos, queremos más, deseamos cosas innecesarias. Las vendas se caen, el rayo de luz vuelve a entrar, los buenos corazones florecen. La mala hierba contagia al débil pero cuando éste se fortalece, ilumina todo su alrededor. Cuiden su jardín. Es precioso e infinito. Abran los ojos, sientan y disfruten de la vida porque la tormenta terminó.
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