Irene

Hubo un tiempo que yo no entendía

quien era.

No sentía.

Quería estar en otro lugar.

Nada era suficiente.

Cuando más lo necesitaba

entró en mi vida una persona.

O yo entré a la suya,

no lo sé.


Cada semana ya sabía 

que alguien me esperaba.

Siempre con una sonrisa,

con ganas de que piense 

por mi misma y, 

por sobre todo, 

que no me caiga.


Tenía una casa soñada.

Cuando entraba 

y olía las flores

me sentía como en casa.

Sin que me lo diga

sabía que tenía un fiel compañero.


Con el tiempo me dí cuenta

que me enseño a volver a vivir.

Me mostró otro mundo posible.

En éste se podían dejar algunas

pelotudeces de lado 

que venían con mi historia.


Me acompañó en el llanto,

se rió conmigo

y me cuido hasta lo último.


Me regalo el teatro.

Me recordó que mis sueños 

se podían cumplir.

Y que yo no era tan vieja

como pensaba.


Durante seis años ocupo 

el lugar que había quedado vacío.


Un día se fue  ella.

No pudimos despedirnos formalmente,

aunque no hace falta.

Siempre va a estar en mi corazón. 

Maga

Con solamente charlar unos minutos,

cerveza de por medio, 

ya era consciente.

Había nacido una nueva amistad.

Tiene una sonrisa contagiosa.

Hace que todo lo que este a

su alrededor brille.

Ella brilla.

Valiente, hace algún tiempo,

decidió conquistar otra ciudad.

En pocos meses

ya tiene el mundo a sus pies.

Nadie le regala nada,

con sus propias manos genera todo.

Sueña con el bien de los demás

y acciona para que eso suceda.


Generosa como pocas,

siempre me abrió las puertas de su casa.

A veces en su mirada se nota

que lleva una mochila pesada.

Sin embargo, con su sonrisa

arregla todo.

Se ve que sus padres ya sabían

al ponerle su nombre:

Maga hace magia con su alrededor.